Ser la Música

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Existe una posibilidad que consiste en transformar al danzarín en danza (…) En estos casos el individuo ingresa a un estado vivencial en el que él “es” la música. La música danza al individuo y entonces no hay individuo sino danza. La identidad se disuelve en una especie de matriz del universo que está en movimiento orgánico, en que cada elemento forma parte de la danza mayor.

Rolando Toro, Cuadernillo “La Música en Biodanza”

Una de las grandes barreras que encuentra la persona que se dedica a la música cuando está entregándose a su audiencia en el escenario tocando un instrumento, es la limitación en su expresión corporal.

 

Tanto con la batería como con la guitarra, la trompeta o el piano, te obliga a permanecer pegado al instrumento, a un micrófono o encadenado a un cable que va desde la guitarra o el bajo eléctrico al amplificador.

Aunque todo el cuerpo está involucrado en esa entrega, la libertad de expresión es considerable.

Un músico que no danza, y debo decir que son la mayoría, corre el riesgo de mentalizar la música y caer fácilmente en la intelectualización y en el análisis; así era yo y todos los músicos con los que me relacioné antes de que llegara la Biodanza a mi vida. Esto se incrementa si hemos cursado estudios en el conservatorio, la pedagogía perfecta para llevarnos a intelectualizar la música y encajarla dentro de cánones previamente establecidos, anulando considerablemente nuestra creatividad. Si los Beatles y tantos otros músicos autodidactas hubieran pasado por el conservatorio antes de llegar a la fama, estoy seguro de que nunca hubieran sido quienes fueron.

Cuando las canciones no están todavía bien integradas y las interpretamos en directo “cogidas con alfileres”, hay mucha actividad mental que controla las notas y acordes para no dar ninguna fuera del sitio, y esto es un factor que también limita la expresión y el movimiento.

Cuando la música está bien integrada la actividad mental disminuye; ya no tienes que pensar y estar atento a lo que estás tocando, simplemente te olvidas: es como montar en bicicleta, tu mente no está en los pedales sino disfrutando de la experiencia. Se abre así un canal donde la música fluye desde dentro, desde lo más profundo del Ser y te atraviesa. Nuestra danza a la que Rolando Toro llamó “Mediumnidad Musical”, representa perfectamente esta vivencia. Esta sensación es maravillosa, pues la persona y la música se fusionan en una, los tres centros activos e integrados en su expresión musical. Un claro ejemplo de esta mediumnidad lo podemos ver en los músicos de jazz. Cuando estaba en los escenarios tocando la guitarra, el bajo o el piano, la emoción me pedía danzar y expresar con el cuerpo. Me sentía totalmente encorsetado en el instrumento y sólo podía escaparme dando pequeños saltitos y pequeñas carrerillas por el escenario a la máxima distancia que me permitía el cable que iba de la guitarra o del bajo eléctrico al amplificador. Así que toda mi expresión se concentraba en mi rostro y en mi voz. Era tanto lo que tenía que sacar y dar que mi garganta muchas veces quedaba rasgada tras una gran gala.

El bailarín o bailarina, aunque no está encadenado a un instrumento es más libre, aunque su baile también está generalmente marcado mentalmente por una coreografía que lo limita en su libre expresión.

 

La persona que danza en nuestro sistema de Biodanza está libre generalmente de todos estos condicionantes.

 

Durante los muchos años que me dediqué profesionalmente a la música y a la composición, sentía que mi camino no era el de alcanzar la fama, el reconocimiento o la riqueza, sino el de llevar un mensaje de luz a través de mis canciones y poder abrir el corazón de otras personas a una nueva conciencia, y cuando sentí que no conseguía mi cometido con la música por la dificultad y frialdad del mundo empresarial discográfico, que buscan productos desconectados del arte y la sensibilidad, apareció la Biodanza, una forma plena de expandir este mensaje de amor al mundo.

 

Lo que ha aportado la Biodanza a mi vida ha sido la amplitud de la expresión musical a través de la libertad de mi movimiento corporal.

 

Aunque pueda parecer que las danzas en nuestro sistema están muy marcadas por la consigna, no dejan de ser una guía que cada persona adapta libremente a su sentir.

Pero quizás el mayor aporte que he encontrado en la Biodanza ha sido el poder sentir la organicidad de la música en todo mi cuerpo.

Cuando comencé a hacer la formación pensé que poco iba a aprender de la Biodanza en el aspecto musical. Estaba totalmente equivocado, pues en la mayor parte de mi experiencia adquirida durante mi trayectoria como músico habían predominado emociones que se agolpaban pidiendo manifestarse en un cuerpo estático, inmóvil, encorazado, y la mayoría de las veces pegado a un instrumento que me llevaron a intelectualizar la música. Con la Biodanza he tenido la libertad de danzar las emociones, y la compresión musical ha pasado de la mente a entender la música a través de todas y cada una de las células del cuerpo en movimiento.

 

Esta integración mente-emoción-corporeidad ha sido un absoluto regalo de experiencia y sabiduría.

 

Es mucha la música que pasa por mis oídos a lo largo del día, y me impresiono de cómo mi intuición y mi sentir me dice con claridad si un tema pudiera o no servir para alguna danza. Luego analizándola me es fácil ver los elementos que hacen que la música pueda ser o no la apropiada, pero la única manera de comprobarlo es llevándola al cuerpo. A pesar de los millones de canciones a los que tenemos acceso, en comparación son realmente poquísimas las que encajan en nuestro sistema.

Esta nueva comprensión musical a la que he llegado a través del movimiento del cuerpo me hace valorar muchísimo más la labor y la genialidad de Rolando, que sin ser un músico profesional desarrolló cualidades sensitivas mediante la danza que le permitían saber qué música funcionaba y qué música no. Una inteligencia de la que carecen muchos músicos profesionales al no danzar.

El elenco que Rolando nos dejó es muy representativo y recomiendo su uso en la persona que comienza antes de incluir música de otras colecciones, pues conocer bien esta colección permite conocer con profundidad la dimensión del ejercicio ya que va a la esencia, sin dar lugar a interferencias de otros elementos musicales que nos puede hacer salir levemente de la propuesta.

Así pues, cuando la música se escucha sólo con los oídos pierde la mayor parte de su potencial vivencial, pues el sonido viaja del oído al córtex cerebral que la analiza. Hay que escucharla con todo el cuerpo, dejar que te acaricie, que vaya directamente al cerebro límbico hipotalámico para que la emoción pueda deflagrarse abiertamente en nosotros a través de la médula espinal y toque los instintos más profundos.

Fue en la edad de la razón, sobre el 1700, cuando la música comenzó a llevarse al mundo de los teatros, el movimiento cultural e intelectual de la ilustración era la que mayormente asistía a escuchar las composiciones, eso sí, sentados en sus butacas. La música comenzó a contextualizarse, a analizarse, a intelectualizarse, perdiendo poco a poco su componente más visceral, expresivo y sagrado. Era el pueblo pobre y llano el que danzaba desde las vísceras, hasta que fueron tachados de demoníacos y quemados en las hogueras.

Me siento afortunado de haber nacido en esta época de cambio del renacer de una nueva humanidad. Poder despertar a nuevas armonías a través de la música y la danza, desarrollar y expresar mi identidad de ser la música para ponerme al servicio de la vida, pues el ADN de la vida es musical, y llevar este mensaje inmemorial de amor a través del cuerpo para poder inspirar a otras personas a abrir sus corazones a esta nueva conciencia amorosa a la que inevitable y afortunadamente estamos todos y todas destinados.

Autor:

Santiago Jiménez


1 Comment

  1. Ana Pinto dice:

    Lindo. Me encantó tus palabras. Gracias por compartirlo.

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